La decisión del gobierno de Donald Trump de cerrar la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha desatado una ola de críticas por parte de legisladores demócratas y ha generado cuestionamientos sobre la influencia que el magnate Elon Musk, cercano al expresidente, podría estar ejerciendo sobre la administración federal.
Desde su fundación en 1963, USAID ha sido una pieza clave en la provisión de asistencia humanitaria y el desarrollo internacional. Con un presupuesto de 50,000 millones de dólares en 2023 y una plantilla de aproximadamente 10,000 empleados, la agencia ha desempeñado un papel fundamental en diversas regiones del mundo.
En América Latina, ha impulsado programas como la conservación de la Amazonía en Brasil y la erradicación de cultivos ilícitos en Perú. En África, su impacto ha sido aún mayor: solo el año pasado, destinó más de 6,500 millones de dólares en ayuda humanitaria a la región subsahariana.
Uno de los programas más afectados por la medida es el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR), reconocido por haber salvado más de 25 millones de vidas, en su mayoría en África. Desde el anuncio del cierre de USAID, pacientes con VIH en el continente han encontrado clínicas cerradas y tratamientos interrumpidos, lo que pone en peligro los avances logrados en la lucha contra la epidemia.
En Sudán, un país asolado por la guerra civil y múltiples crisis sanitarias, la suspensión de la ayuda internacional podría agravar aún más la situación. Según un funcionario que prefirió mantenerse en el anonimato, la falta de apoyo dejará a unas 600,000 personas en riesgo de contraer enfermedades como cólera, malaria y sarampión.
El cierre de USAID no solo amenaza con debilitar la presencia humanitaria de Estados Unidos en el mundo, sino que también pone en peligro la vida de millones de personas que dependen de estos programas para su supervivencia.