Israel llevó a cabo bombardeos en la ciudad de Damasco y en el sur de Siria, dejando un saldo de al menos tres personas muertas y 34 heridas, según informó el Ministerio de Salud sirio. Los ataques se dirigieron a zonas cercanas al Palacio Presidencial y al Estado Mayor, generando una fuerte condena de la comunidad internacional ante el riesgo de una nueva escalada del conflicto en Medio Oriente.
El gobierno israelí argumentó que las ofensivas fueron una respuesta a los enfrentamientos entre la comunidad drusa y grupos beduinos en la provincia de Al Sueida, al sur del país, donde la tensión ha ido en aumento en los últimos días. Según declaraciones oficiales, el objetivo era proteger a los drusos de posibles represalias del régimen de Bashar al-Ásad, quien mantiene el control de esa zona a pesar del descontento social y los recientes levantamientos.
Tras los ataques, el secretario general de la ONU, António Guterres, expresó su preocupación y pidió que se realicen investigaciones imparciales sobre los hechos, tanto en lo que respecta a los bombardeos como a los abusos cometidos en la región. Además, condenó las declaraciones de funcionarios israelíes que incitan a la violencia y llamó a respetar el derecho internacional.
Por su parte, el gobierno de España pidió respeto a la soberanía siria y exhortó a todos los actores a evitar provocaciones que puedan agravar el conflicto. En Estados Unidos, el secretario de Estado Marco Rubio lamentó que se haya roto el cese al fuego y advirtió que los últimos acontecimientos ponen en peligro la estabilidad regional.
A más de diez años del inicio de la guerra civil siria, el país continúa atrapado en una crisis que combina disputas internas, intervenciones extranjeras y una profunda fractura social. La situación en el sur del territorio refleja la fragilidad del equilibrio y el riesgo latente de un nuevo brote de violencia a gran escala.