Nicolás Maduro asumió su tercer mandato como presidente de Venezuela el viernes, renovando su gobierno hasta 2031, a pesar de las acusaciones creíbles de la oposición que indican que perdió las últimas elecciones frente a su rival Edmundo González. La toma de posesión de Maduro fue seguida por críticas internacionales y nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y el Reino Unido, quienes lo acusaron de un «golpe de Estado».
El mandatario venezolano renovó su mandato a pesar de los cuestionamientos sobre la transparencia de los comicios del año pasado y las fuertes reacciones en su contra tras su investidura. Tras la ceremonia, Edmundo González, quien había sido considerado su principal rival electoral, expresó en un mensaje a través de X (anteriormente Twitter) que aún mantenía sus planes de asumir el poder en el «momento propicio», asegurando que «lograrán entrar a Venezuela» para poner fin a lo que calificó como una «tragedia».
González también instó a las Fuerzas Armadas a desconocer las órdenes ilegales de Maduro y a preparar las condiciones para asumir el cargo. Sin embargo, explicó que había desistido de regresar a Venezuela debido al cierre de fronteras y al despliegue militar que consideraba una amenaza para su seguridad.
En respuesta a la investidura, la Unión Europea emitió un comunicado en el que expresaba que Maduro carecía de la legitimidad de un presidente elegido democráticamente. El bloque adoptó un paquete de sanciones dirigido a 15 individuos, incluidos miembros del Tribunal Supremo de Justicia, por su presunta complicidad en la erosión de la democracia y los derechos humanos en Venezuela.
Por su parte, Estados Unidos impuso sanciones adicionales a ocho funcionarios venezolanos relacionados con agencias económicas y de seguridad. Además, incrementó la recompensa por información que conduzca al arresto de Maduro y otros altos funcionarios, como Diosdado Cabello y Vladimir Padrino.