Un vehículo blindado con una ventana dañada por un disparo que no logró penetrar avanza por las calles de Puerto Príncipe, un testimonio de la violencia extrema que enfrentan los policías kenianos desplegados en Haití. Desde su llegada a principios de este año, como parte de una misión respaldada por la ONU, los agentes han sido blanco de constantes ataques mientras buscan contener a las pandillas que dominan el 85% de la capital haitiana.
El pasado jueves, un tiroteo puso en evidencia la gravedad del desafío. Los policías kenianos, junto a sus pares haitianos, intercambiaron disparos con pandilleros fuertemente armados. Atrincherados detrás de sacos de arena y muros de concreto en un edificio previamente ocupado por la Policía Nacional, las fuerzas de seguridad respondieron al fuego en un intento por recuperar el control del territorio. Mientras las balas atravesaban el aire, el comandante de la misión, Godfrey Otunge, lanzó un mensaje claro a las pandillas: «Sus días están contados. O se rinden o iremos por todos ustedes».
La situación es crítica. Según datos de la ONU, más de 4,500 personas han sido asesinadas y al menos 2,060 resultaron heridas en Haití este año. La violencia también ha forzado el desplazamiento de unas 700,000 personas, ya que las pandillas saquean y arrasan comunidades para consolidar su dominio territorial.
Pese al despliegue de las fuerzas kenianas, la misión ha sido objeto de críticas. Hasta ahora, no han logrado recuperar los bastiones clave de las pandillas ni arrestar a sus líderes principales. Mientras patrullaban entre automóviles calcinados y barricadas improvisadas, el vehículo blindado avanzaba lentamente, enfrentando los restos de un escenario desolador: el cuerpo de una persona quemada y un cráneo visible entre neumáticos chamuscados, un recordatorio sombrío de la brutalidad que persiste en las calles.
