Tras el aumento de la rapiña y el inicio de robos en casas de la periferia, el Ejército y la Guardia Nacional tomaron el control de la seguridad en diversas zonas de Acapulco, principalmente sobre la Costera Miguel Alemán, la más emblemática del puerto.
Sin embargo, en las colonias de la periferia la situación se agrava porque la población se queja de la falta de agua, comida y apoyo.
Un bombero que atendía un incendio en el tercer piso de una plaza comercial aseguró que de la rapiña se está pasando al robo a casa-habitación, por lo que consideró que las autoridades de los tres niveles de gobierno deben actuar rápido para contener el caos, porque después vendrán asaltos, incendios, abusos sexuales y asesinatos.
En un recorrido realizado por este diario se constató que centenares de personas se aglomeran en las gasolinerías inoperantes para extraer el combustible, como si fueran huachicoleros.
A pesar del riesgo, hacen largas filas por unos litros de combustible sin importar que pueda ocurrir una tragedia, como sucedió en Tlahuelilpan, en 2019.
Entre el caos y la desesperación hay familias que también entierran a sus muertos, que al momento suman 27, según el gobierno federal, pero muchos tienen dudas.
Otis devastó Acapulco; es inhabitable. Desde el poblado de La Venta hasta Pie de Cuesta la fuerza de Otis fue implacable.
De punta a punta se reproduce casi nítida la misma imagen: desolación, destrucción y desesperación de los ciudadanos.
A más de 48 horas del paso del potente Otis comienza la escasez de alimentos y, con ella, la desesperación. Todos los supermercados, Oxxos, farmacias y tiendas de conveniencia están vacías. Ninguna autoridad ha impedido los saqueos, incluso algunos se han dado a la vista de policías y soldados.
Hasta este viernes no se han habilitado comedores comunitarios, tampoco se ha informado sobre reparto de ayuda.