Mientras los insurgentes realizaban un avance rápido en Siria en una ofensiva sorpresiva a finales del año pasado en el noroeste del país, representantes de diversas naciones que apoyan al gobierno sirio o a los rebeldes se reunieron en Qatar para discutir la situación y definir una estrategia.
De acuerdo con personas familiarizadas con la reunión del 7 de diciembre, funcionarios de Turquía, Rusia, Irán y varios países árabes acordaron que los insurgentes cesarían su avance en Homs, la última gran ciudad al norte de Damasco. También se acordó que se llevarían a cabo conversaciones internacionales con el presidente sirio Bashar al-Assad para abordar una posible transición política.
Sin embargo, las facciones insurgentes del sur de Siria decidieron actuar por su cuenta. Avanzaron rápidamente hacia Damasco y llegaron a la plaza más grande de la capital antes del amanecer. Horas más tarde, insurgentes del norte, encabezados por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), también llegaron. Mientras tanto, Assad había huido.
HTS, uno de los grupos más organizados, logró establecerse como el nuevo gobernante de facto de Siria, luego de coordinarse con los combatientes del sur. Desde entonces, la falta de unidad y la desconfianza entre las facciones del sur han generado incertidumbre sobre cómo el gobierno interino podrá consolidar a un mosaico de antiguos grupos rebeldes, cada uno con su propia ideología y liderazgo.